Lo que la miel esconde
Nutrición y fitness /
Endulzante natural y base de antiguos remedios caseros, la miel ha acompañado al hombre desde tiempos bíblicos. Ha sido inspiración y remedio para poetas y pensadores, y fuente permanente de descubrimientos médicos y biológicos.
Desde hace más de tres décadas, cuando llega la primavera, miles de trabajadores del condado de Maoxian de Sichuan (en el suroeste de China) se convierten en abejas humanas. Armados de delicados pinceles hechos con palitos chinos, plumas de pollo y filtros de cigarrillo, los polinizadores humanos se trepan a las ramas de los perales para cubrir con polen uno a uno el millar de brotes que florecen en cada árbol. Esta paciente labor, que parece sacada de aquella escena de Alicia en el país de las maravillas donde los soldados de la Reina de Corazones debían pintar de rojo las rosas blancas para complacer a la monarca, es consecuencia del exterminio de las abejas melíferas en la región a partir de la década del ochenta del siglo pasado.
La imagen de hombres y mujeres que se enredan en las ramas casi desnudas de los árboles para delicadamente pintar sus flores, no sólo ha llamado la atención de fotógrafos que han retratado la poesía y surrealismo de este trabajo, sino también de cientos de economistas que han teorizado sobre la reducción de costos y los beneficios monetarios a la hora de reemplazar abejas por manos dóciles que incrementen el volumen productivo de la polinización. Por otro lado, biólogos han debatido con firmeza estas teorías, subrayando que la conservación de las especies no puede depender de costos económicos. Por esta razón, desde hace unos años han decidido llamar la atención sobre la muerte masiva de abejas como consecuencia de varios factores que han afectado las colmenas, como los monocultivos, el uso de pesticidas y otras prácticas industriales que han cambiado la agricultura desde 1945 y que han hecho que la población de abejas en Norteamérica se haya reducido de 4,5 millones de colmenas a 2 millones en los últimos 50 años. Los datos son alarmantes, pues de las abejas y su polinización depende una tercera parte de la agricultura mundial, así como la totalidad de la producción de miel en el mundo.
Esta cuestión merece toda la atención, pues la miel no solo es el endulzante natural por excelencia, sino que también pareciera que lo cura todo. No en vano en Rusia, país de gran tradición melífera, donde se consigue la miel salvaje más cara del mundo, las abejas son conocidas como “farmaceutas aladas”. La ciencia moderna, por su parte, se ha ocupado de estudiar esas propiedades milagrosas que desde tiempos bíblicos se le han adjudicado a este delicioso almíbar.
Al examinar de cerca una cucharadita de miel, además de la glucosa y fructosa se encuentra un alto contenido de minerales como hierro, fósforo y sodio, complejo B, aminoácidos y enzimas como la inhibina y el ácido fólico, con componentes antibióticos que hacen que, combinada con limón, sea el jarabe perfecto para la tos. Además, estos mismos componentes permiten regular el colesterol y fortalecer el músculo cardiaco. Por otro lado, en el proceso de descomposición del néctar por medio de las enzimas propias de la saliva de la abeja, se produce peróxido de hidrógeno y una proteína conocida como defensin-1, que la reviste con propiedades antibacteriales y antisépticas. Estudios publicados en el British Medical Journal sobre esta proteína establecen que la miel es efectiva para tratar el reflujo, reducir úlceras y aliviar otras enfermedades gastrointestinales. También es altamente recomendada para el tratamiento del acné y para la cicatrización de quemaduras y heridas. Para hacer un poderoso exfoliante que nutra e hidrate pieles sensibles solo basta con combinarla con aceite de oliva, azúcar morena y zumo de limón.
En 1922, cuando el arqueólogo inglés Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón, halló en ella vasijas selladas que contenían miel aún comestible, a pesar de estar guardada desde el año 1327 a.C. Esta fue otra muestra de la alta perdurabilidad de la miel, pues fue precisamente su calidad embalsamadora la que permitió transportar el cadáver de Alejandro Magno desde Babilonia hasta Alejandría. Pareciera que el descubrimiento de sus milagrosas propiedades es tan antiguo como la humanidad: estudiosos de la historia de la apicultura señalan que fue en el periodo Neolítico (7500 a.C), momento en el que el hombre comenzó a usar herramientas y a hacer labores de agricultura y pastoreo, que se domesticaron las abejas para facilitar la recolección de miel de los enjambres. Del mismo modo, arqueólogos han descubierto pinturas rupestres en la Cueva de la Araña, en Valencia, que datan de hace más de siete mil años y que muestran figuras humanas recogiendo miel de un panal.
Sus propiedades medicinales y nutricionales han sido documentadas en pasajes romanos, islámicos y griegos, en los cuales se resalta el uso de ungüentos y bebidas a base de este dulce para mantenerse eternamente joven, así como en textos de la antigua medicina ayurvédica de la India para tratar los desequilibrios del cuerpo y curar, entre otros, la impotencia, la eyaculación precoz y las infecciones del tracto urinario.
“Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión! / que una colmena tenía / dentro de mi corazón; / y las doradas abejas / iban fabricando en él / con las amarguras viejas, / blanca cera y dulce miel”. Estos versos de Antonio Machado se inscriben dentro de una larga tradición de científicos, sociólogos, escritores y observadores curiosos que se han maravillado con la organización de las colmenas de abejas: desde Juan Luis Guerra, quien le pide a su amor que lo busque como la abeja al panal y libe la miel de su vida, hasta las reflexiones de Adam Smith y John Keynes sobre la división del trabajo a partir de La fábula de las abejas, escrita por el pensador holandés Bernard Mandeville en 1714. “Como panal de miel destilan tus labios”, se lee en el Cantar de los cantares sobre la dulzura del amor, mientras que en los Tópicos de agricultura el estudioso romano Marco Terencio Varrón, en el año 36 a.C., se preguntaba por la lógica geométrica que se escondía detrás de los panales.
Tal vez por esto la curiosa imagen de los campesinos de Sichuan resulta tan alarmante. Sin abejas, el mundo se quedará sin miel, y la canción de Juan Luis Guerra podría convertirse en una historia tan antigua como las de Tutankamón y Alejandro Magno.
Datos interesantes:
- Dentro de una colmena viven entre 40,000 y 60,000 abejas.
- En cada viaje una abeja obrera puede libar entre 50 y 100 flores.
- Las abejas recolectan y almacenan el néctar dentro de su tórax.
- Cuando llegan a la colmena, otras obreras extraen el néctar.
- Las abejas transforman el néctar en invertasa y la depositan en las celdas.
- En las celdas la invertasa pierde el 80% de agua y se va formando la miel.